El Correo, periódico de Bilbao, promociona El Rastro.

El Rastro de Madrid canta la mercancía

Con más de 250 años de historia, el mercadillo más popular de España es un fenómeno cultural que permite vivir el Madrid más castizo
04.09.12 – 17:58 – VIRGINIA MELCHOR

“Liquidación, todo a un euro ya”, grita un vendedor desde un puesto de bisutería del Rastro de Madrid. Es un soniquete habitual. «En el Rastro se pregona el género, se canta la mercancía”, explica Carmen Torralbo, portavoz de la Asociación El Rastro Punto Es. Siempre ha sido un mercadillo muy oral aunque esta tradición se ha ido perdiendo desde finales de los años 80, cuando se prohibieron los megáfonos.
Antes de ser el mercadillo callejero más popular de España, el Rastro fue una zona de mataderos que dio origen a su nombre. En sus aledaños se realizaban tareas relacionadas con el curtido de las pieles de los animales sacrificados. Al trasportar arrastrando las reses desde el matadero hasta las curtidurías se dejaba un rastro de sangre, por eso hoy en día se llama así.
Es habitual en Madrid dedicar la mañana de los domingos a visitarlo. Se celebra de 7:30 h. a 15:00 h. todos los domingos y festivos del año, aunque las mejores horas para el regateo son de 9:00 h. a 10:00 h. debido a la menor afluencia de gente. Sin embargo, esta vieja costumbre de rebajar el precio se ha ido perdiendo. “El Rastro se ha profesionalizado, el regateo ya sólo se da en antigüedades porque se han ajustado mucho los precios y ahora se fija una cantidad estable”, apuntan desde la Asociación El Rastro Punto Es. A partir de las once se convierte en un hervidero de paseantes, compradores y curiosos. De ahí que sea aconsejable tener cuidado con las pertenencias, puesto que es habitual la presencia de experimentados carteristas que aprovechan la aglomeración y el bullicio para actuar.
Comienza en la Plaza del Cascorro, se extiende por Rivera de Curtidores y termina en Ronda de Toledo. Más de 800 puestos que se expanden también por las calles adyacentes. Las estaciones de metro más cercanas son Tirso de Molina, Puerta de Toledo o La Latina, aunque la más recomendable es esta última. Las cañas y tapas de después del Rastro se suelen tomar precisamente en esta zona, en la Latina, que tiene gran variedad de restaurantes y bares donde comer. Quienes quieran seguir inmersos en el Madrid más castizo encontrarán en este barrio otro clásico de la ciudad, el restaurante ‘Casa Lucio’, conocido por sus huevos estrellados o huevos fritos con puntillas, aunque es éste habrá que rascarse un poco más la cartera.
Como si fuera un gran centro comercial, el Rastro también está divido en secciones o zonas. En la Plaza Vara del Rey se venden, sobre todo, antigüedades; y en la Plaza del Mundo Nuevo se reúnen los coleccionistas para la compraventa de revistas, libros, cromos o juegos de cartas. La calle Fray Ceferino González es conocida por la de los Pájaros, ya que antiguamente se reservaba a la venta ambulante de animales. En ella se mezclaban las melodías de los canarios con el maullido de los gatos, hasta que en enero de 2001 entrase en vigor la Ordenanza Reguladora del Rastro de Madrid que prohíbe expresamente la venta de animales vivos y domésticos en la calle.
Desde Alaska hasta Penélope Cruz
Nunca ha sido un lugar puramente comercial, sino un fenómeno cultural. El Fary, contaba, se infiltraba entre los tenderos habituales para vender sus primeros discos y el cantaor flamenco Diego ‘El Cigala’ cantaba en los bares cercanos cuando era un niño. Durante La Movida madrileña se convirtió en el punto de encuentro de muchos artistas. Alaska acudía todos los domingos y pasaba la mañana delante de puestos como el de El Hortelano o Ceesepe. Fue precisamente allí donde conoció a Carlos Berlanga en el año 77.
Frecuentado durante décadas por el mundo de la cultura, su encanto especial y gracia castiza siguen atrayendo a multitud de caras conocidas. Hombres G mencionan este popular mercadillo en la canción ‘Indiana’ y Joaquín Sabina en ‘Con la frente marchita’ y ‘Dieguitos y Mafaldas’. También los entendidos en moda, como la modelo Laura Ponte, experta en mezclar prendas de firma y mercadillo, suelen visitarlo en busca de ropa y antigüedades.
Por el Rastro pasean los Bardem, Penélope Cruz, toreros… «gente con mente más abierta o más conservadora, de derechas y de izquierdas, más refinados o menos…eso hace que sea un sitio muy singular”, Carmen Torralbo, portavoz de la Asociación El Rastro Punto Es. Desde su mostrador -ella sigue colocando sobre una persiana la ropa hippy que vende- también ha atendido a personajes populares. “Hace doce años le vendí unos guantes a la cantante alemana Nina Hagen, pero no hago distinciones, para mí los famosos son un ciudadano más del mundo”.
“Hay que pasar por el Rastro para conocer Madrid”, sentencia Torralbo. Zambullirse en el bullicio, con el griterío de fondo y entre una interminable fila de tenderetes puede resultar un plan demasiado estresante para una mañana de domingo. Sin embargo, es una opción muy gratificante para quienes acuden en busca de un cómic de la infancia o los que se sorprenden tras descubrir que entre un montón de artilugios está la plancha que usaba su abuela. Es un espacio de encuentro social. Un Madrid puro, con esencia, formado por ciudadanos a pie de calle y las relaciones que éstos establecen. En definitiva, una visita obligada para aquellos que creen que no hay mejor espejo de una ciudad o un pueblo, que su mercado.

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